JUNANDO MINAS.
JUNANDO MINAS
Ana María
Navés
A partir de
1900 y algo, el tango logró introducirse subrepticiamente en los cabarets posta,
cosa que hasta ese momento no había ocurrido. Se fue difundiendo muy de a poco,
gracias a los sainetes y a la radio. La
creatividad de aquellos poetas no tenía fin; la evidencia indiscutible es que lograron escribir, un tango para cada clase de
mujer.
Porque
aquellas letras, como en una película,
muestran historias increíblemente ciertas y viscerales, de acuerdo a las
actitudes con que se identificaban en la vida, cada una de esas mujeres:
fabriqueras, mantenidas, engañadas, solteronas, enamoradas, prostitutas y demás
yerbas. Esto conforma un todo, donde las emociones conviven invariablemente,
entre los integrantes de ese mundillo diferente, integrado por el milonguero,
el poeta, el guapo, la paica y la minusa, que tal vez quiere dejar de serlo.
Es el
escenario donde actúan, con igual protagonismo, todos los componentes de aquel tiempo
que ya no está y el cual, gracias a las letras donde aquellos poetas expresaron
los sentires del pueblo, podemos todavía rescatar.
Sin embargo,
es de señalar que en la mayoría de los tangos, el/la protagonista, se muestra
en el papel de víctima.
El doloroso
tiempo donde el hombre a quien su amante abandona, o su noviecita santa cambia
por un bacán, comienza a instalarse en las letras de los tangos. Como la que
escribe Pascual Contursi:
“aburrida de aguantar la vida que le di/
cachó el baúl una noche/y se fue cantando así/
yo quiero un cotorro con piso encerado/que tenga alfombrita para
caminar”
O la conclusión a la
que llega Cadícamo:
“las mujeres siempre son /las que matan la ilusión”
Las francesitas,
entran a escena más o menos en el año 30, cuando J. González Castillo escribe “Griseta”
o Cadícamo en “Muñeca Brava”, nos dice:
“Che madame
que parlás en francés/y tirás ventolín a dos manos/
Pero también
aparecieron otras protagonistas: las “muchachitas buenas vestidas de
percal”, que fueron engañadas y tomaron
por el mal camino como “Milonguita…”
“los hombres
te han hecho mal/y hoy darías toda tu alma/por vestirte de percal”.
O la descripción que
hizo Enrique S. Discépolo en “Esta noche me emborracho”:
“Sola, fané,
descangallada/te vi esta madrugada/salir de un cabaret”
No faltó tampoco la
imagen de la pobre solterona, que lloraba detrás del ventanal
“En la soledad/de tu pieza de soltera está el dolor/triste realidad/es
el fin de tu jornada sin amor”
Y Julián Centeya, en “La
vi llegar”, escribe
“Hay un
fantasma en la noche interminable/hay un fantasma que ronda mi silencio”
También se recuerda en
aquellas letras a las mujeres que murieron y dejaron su huella dolorosa e
imborrable. Como aquella de Homero Manzi, cuando compuso “Tal vez será su voz”,
donde cree escuchar que su amada le habla
“Su voz no puede ser/su voz ya se apagó/tendrá que ser nomás/mi propio
corazón”
Por último, también se
han hecho letras que hablan de las fabriqueras y de las minas enamoradas de
verdad.
Así, Amaro Giura,
escribió el tango “Fosforerita”, mencionando a las muchachitas que trabajaban
en la Cía. General. de Fósforos
“obreritas de mi pueblo/tan alegres, tan limpitas/que
encontré en las mañanitas/cuando el sol iba a llegar”
Y Manzi, cuando dice
en “Desde el Alma”
“Alma, si tanto te han herido/¿por qué te niegas al
olvido?/¿por qué prefieres/llorar lo que has perdido/buscar lo que has querido/llamar
lo que murió?”
Pero lo cierto es que
en el gotan, el equilibrio siempre está presente. Hay papusas para todos los
gustos; tanto, que pueden satisfacer a tipos, con gustos muy diferentes:
cafiolos, reos, hombres de bien, o tristes y desengañados de la vida en busca de
la minita fiel, que les acaricie el cuore lastimado.
Y tal vez en esas
historias, haya quienes consigan lo que buscan, entre el humo y el champán.
Sin embargo otros, a quienes el destino no ha querido darles lo que
piden y les juega una mala pasada, vivirán emocionalmente dolidos y frustrados, hasta
que algún budincito tierno, les suavice el ardor de las cicatrices que otra les
causó.
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