Carlos Estévez - PETRÓLEO.
Artículo publicado en la revista Punto Tango.
ARMONIA, EXCELENCIA Y CREACION.
En septiembre de 1912, en el
corazón del milonguero barrio de Almagro, nido repleto de bailarines posta, nació un Carlos. Un
Carlos que marcaría una época y un estilo, estigmatizado por la cadencia y la
belleza.
Después de bailar
durante sesenta y cinco años, afirmaba: “Al tango lo tenemos que renovar entre
todos: bailarines, músicos y poetas”.
Con quince
años recién cumplidos empezó a frecuentar un club de Devoto, donde pasaba horas
mirando a los milongueros para aprender,
como se hacía entonces. Es que en los clubes de esa época, estaba totalmente
vedado que un adolescente entrara a la pista y menos, sin saber bailar.
Uno o dos
años después, conoció al Negro Navarro,
bailarín que había regresado de Europa debido al comienzo de la guerra y que,
según las palabras de su discípulo,
produjo la transformación de su incipiente baile y sentó las bases para que, de
ahí en más, Carlos tuviera una sola meta: crear un baile diferente.
Este
renombrado bailarín, con su creatividad y filosofía tanguera y personalísima,
le transmitió los verdaderos, profundos y simples secretos del tango.
Carlos
Alberto Estévez, Petróleo para sus conocidos, ese alumno sobresaliente en
baile, decía a todo aquel que quisiera escucharlo: “el tango verdadero es
elegancia y compás; quien se precie de ser bailarín de tango, tiene que crear”
Y esta fue la
filosofía heredada del Negro Navarro. La única obsesión de Petróleo, era bailar mejor que los demás; y vaya si lo
consiguió.
Alternaba su
trabajo de bancario con la milonga y poco tiempo después, junto a su amigo
Salvador Sciana (el Negro Lavandina), se reunía en diferentes lugares como la
casa de alguno de ellos, algún club o en las esquinas del barrio, para inventar
y practicar nuevas figuras, sin acrobacias ni saltos for export.
Más adelante,
en el Club Nelson de Devoto, junto con Todaro, Finito y Milonguita quienes
compartían esta forma de bailar, le enseñaba sus descubrimientos a Pedro
Monteleone, quien llegó a ser otro gran bailarín y maestro.
Petróleo fue
el creador indiscutido de los giros por derecha e izquierda, los boleos y las
barridas, y decía siempre que al tango hay que bailarlo como se siente, como
indica la música, no atarse a una coreografía estudiada y rutinaria y por sobre
todo, caminar la pista. ¿Tan difícil era hacer entender que el tango debe ser
caminado, sentido, gozado y como broche de oro, al final, deslumbrar con alguna
figura diferente?
Por supuesto
que hablaba del tango salón, porque para bailar tango escenario, los caminos
eran diferentes.
Durante casi
diecinueve años vivió junto a Esperanza Díaz, su pareja, con quien iba a todas
las milongas y ensayaban todos los días cada figura nueva.
Con su
estampa varonil y una elegancia notable en su postura y su baile, Petróleo
compartía sus descubrimientos coreográficos con todo aquel que le interesara
“aggiornare” el tango, esa danza que, según él, se diferenciaba del resto.
Decía que no
podía ser que la gente bailara todos los tangos con el mismo y único paso
aprendido en alguna ocasión. Y terminante concluía:”el tango es creación desde la primera hasta la
última nota; quien en el tango no crea,
no baila tango”
El cambio
fuerte que promovió Petróleo fue primero inventando, y luego poniendo en
práctica junto a sus seguidores, movimientos creativos y originales,
increíblemente bellos y adaptándolos al 4 x 8 que se había instalado
recientemente, aunque la gente continuaba bailando en 2 x 4.
No fue un
bailarín de escenario aunque muchas veces subió para mostrarse; fue sin duda
bailarín de patio, de esos que evolucionan y sorprenden con la improvisación
pura, en el momento menos pensado.
Cuando en
1949, su compañera lo abandonó, no quiso volver a tener una pareja y ante la
inminencia de una exhibición, buscaba a algunas amigas con las cuales se
entendía muy bien en la pista.
Tenía la
necesidad de convertir su danza en un conjunto de movimientos que acariciara
los sentidos y modificara toda la danza de años atrás, pero no su esencia.
Un tango
donde la armonía se diera la mano con la excelencia provocando, con el abrazo
de la pareja, la transmisión de las emociones, muchas veces tremendamente
viscerales, que pugnaban por exteriorizarse y hacerse danza en los pies de
ambos.
Todos los
clubes de Villurca y Devoto, lo tuvieron entre sus bailarines más respetados.
Petróleo contaba que en ese tiempo, había mucha competencia y decía que “el
bailarín de tango es ególatra y él se creía el mejor, porque tenía con qué”. Y no se
engañaba.
Tuvo, aparte
del tango, otros dos amores que lo acompañaron siempre: la orquesta de Di Sarli
y las carreras. Sólo que, cuando se jubiló en el Banco, vendió su casa y dedicó
su vida por entero a las carreras y a la milonga. No había nada que lo separara
de eso, ni nada más importante en su vida, por qué vivir.
A los setenta
y seis años, sufriendo una afección en las rodillas, comenzó a dejar de bailar,
pero consideraba eso un sacrificio enorme. Tenía ochenta años cuando se retiró completamente
de las pistas, pero siguió como atento observador, crítico y consejero. Se
dedicó a escribir y describió al detalle la forma de bailar de sus antecesores
y sus coetáneos y hasta su final, en 1995, estuvo convencido de una cosa:
“El
milonguero está atado a la milonga toda su vida, como si fuese el cordón
umbilical de su propia existencia”
Y en realidad, no estaba convencido de nada
incoherente, ni equivocado, ni irreal ni loco; porque los verdaderos
milongueros de todas las épocas, supieron y saben a ciencia cierta, que es así.
Tita siempre tita hasta la eternidad
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