HA LLEGADO LA NAVIDAD. (Cuento)


Ha llegado la navidad                                                                      Ana María Navés


Los arbolitos de navidad con sus luces multicolores se asoman por las ventanas engalanadas. Todo es luz, alegría, bullicio. Sin embargo ella está sola. Salió a la calle para mirarse hacia adentro. Al cruzar una esquina se le acerca un Papá Noel que con una sonrisa inmensa la saluda. Sigue caminando. Es 24 de diciembre y dentro de media hora será Nochebuena.       

Está sola, escucha villancicos y siente vibrar la risa de la gente que pasa a su lado. Tiene una terrible necesidad de buscar una luz en su interior. Comienza a apurar el paso. Al cruzar una calle, un coche rojo y descapotado intercepta su camino. Ve adentro al Papá Noel pidiéndole que suba mientras le abre la puerta. Asombrada, asustada, obediente, sube. No escucha más nada, sólo ve a su lado al Papá Noel que le sonríe en silencio. Una bruma envuelve la ciudad y las luces se vuelven menos intensas. Todo es muy extraño.

De pronto se encuentra en una cama muy grande y descubre su cuerpo desnudo reflejado  en los espejos del techo. Papá Noel ya no está vestido de rojo ni tiene barba ni bigotes blancos. Se acerca y la toca, solamente la toca con sus dedos largos. Recorre con sus manos bronceadas muy suavemente su piel, hasta que un estallido de placer cual una descarga eléctrica la inmoviliza. La quietud después de la tormenta, la vida después de la muerte. Ya no está sola, está con él. Más tarde la deja en su casa y se despide con un gesto imperceptible y el susurro de su voz.

Ella sube corriendo la escalera hasta el dormitorio pero no está sola. Todo ese recuerdo está con ella. Disfruta todavía sus caricias, sus brazos fuertes y bronceados y el temblor que la envolvió la primera vez que sus dedos la tocaron. Lo escucha diciéndole cosas locas al oído y está llena de la ternura que le regaló. Se mira al espejo y le devuelve su imagen extasiada. Es feliz, feliz como no lo ha sido nunca. Se mete en la cama para seguir disfrutando con los recuerdos  y, en ese momento, un ruido conocido la sobresalta. Son las 9.30 de un triste 25 de diciembre y está sola. Y llora.                                                                                                                         

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