ENTREVISTA A MARINO SANTA MARIA


                                          
                                           GARDEL HAY UNO SOLO                                                                        
2012                                                                                                                             Ana María Navés

Olvidadizo, con diez proyectos en la cabeza que por supuesto no puede llevar a cabo al mismo tiempo, bohemio empedernido e insaciable, amabilísimo y cordial. 
Detallista fanático y comprometido con su trabajo, intenta constantemente incentivar su creatividad y la de sus alumnos, transcurriendo muchas horas de su día, en la  coordinación de  la Escuela taller del Casco Histórico de la Ciudad de Buenos Aires.
Dirige además el taller que tiene en su casa, en la calle Lanín, en el barrio de Barracas. En ese pasaje de tres cuadras de largo, Marino Santa María, pasó su niñez en compañía de sus vecinitos, jugando a la rayuela en la vereda.
En 2001, proyectó pintar todas las fachadas de ese pasaje, respetando la arquitectura de cada casa y otorgándole una visión diferente que identifica al barrio por su colorido y composiciones.
Unos años más tarde, su decisión fue cubrir con mosaicos venecianos toda esa obra, otorgándole protección y durabilidad ante las inclemencias de la intemperie.
Desde 1992 y por seis años, fue director de la Escuela Nacional de Bellas Artes y, en 1996, participó de la creación del IUNA (Instituto Universitario Nacional de Arte).
Ha hecho innumerables intervenciones urbanas sobre tango, en los barrios de Abasto y La Boca, en el Pje. Enrique Santos Discépolo, que corre en diagonal, desde Corrientes y Riobamba a Callao y Lavalle. También lo ha hecho en ciudades como Zárate, Caseros y San Fernando.
Actualmente está terminando un  mural sobre el paredón de una cuadra que da a la calle Caseros, en el predio ocupado por el Hospítal Británico de la Ciudad de Buenos Aires, utilizando la técnica de mosaico y también en un hotel recién reciclado, en un lugar emblemático del barrio de San Telmo.
También su obra está instalada en murales en el Hospital Italiano de esta ciudad.
Con la invitación de la Asociación de los Artistas de Medellín y con el auspicio del Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, en junio de 2013, en el contexto del Festival Internacional de Tango de Medellín, su obra también arriba  a Colombia.
Sobre el paredón de la Biblioteca Municipal Manuel Mejía Vallejo, frente al Aeropuerto Enrique Olaya Herrera, cuatro imágenes de Gardel,  iguales a las que hizo en algunos barrios de Buenos Aires, muestran su esplendor con el título de “Gardel hay uno solo”. Acompaña esta obra, una frase de este escritor que da nombre a la Biblioteca y que dice: “Uno muere cuando lo olvidan”,  escrita en el mural.
Fue una propuesta que, al igual que las anteriores, acerca al pop art los intereses y la temática del pueblo que, en este caso en particular, es referido a Gardel, cuya imagen surge como símbolo de la idiosincrasia porteña.
En esa obra, las imágenes se multiplican a lo largo de la superficie pictórica, con un tamaño considerable y que, a semejanza de las creaciones de Andy Warhol, adorna con colores brillantes y formas sin complejidad, llevando figuras de un personaje famoso, hasta las alturas de una obra de arte.
A pesar de estar atiborrado de logros, premios y proyectos importantes, la personalidad de este artista plástico, no muestra atisbo alguno de soberbia, todo lo contrario; las actitudes de Marino Santa María, rebozan de ese valor cada vez más difícil de encontrar, que es la humildad de los grandes.
Tiene premios otorgados por Casa FOA, la Fundación Mano Blanca, la Asociación de Críticos de Arte, Naciones Unidas y Consejo Argentino de la Paz, entre muchos, muchos otros. Ha hecho innumerables muestras individuales y colectivas en Argentina y en otros países, y obtenido muchas distinciones.
 En la entrevista que le hice, no hizo mención a ninguno de  sus reconocimientos, por la misma razón me imagino,  que hizo que adoptara el apellido materno: nunca quiso sacar rédito del apellido de su padre, el reconocido ceramista y pintor Marino Pérsico, con el que aprendió mucho desde siempre, aunque sólo bastante tiempo después, se diera cuenta de ello.
Marino Santa María es un hombre simple, ingenioso, inteligente, creativo y locuaz. Tan sólo eso.

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