ENTREVISTA AL FLACO DANY.







                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                         Nos encontramos en una pizzería de la Calle Corrientes, un día de lluvia, en uno de sus tantos viajes a la Argentina.



CUANTO MENOS HACÉS, MÁS TANGO TENÉS.
Artículo pubicado en la revista PUNTO TANGO.


Con Lucía Mirzán como pareja de baile, transcurre su vida en Rumania. Hace dos años que ella lo convocó para bailar en un festival al que él asistió, y decidió quedarse a vivir allí.

En la capital de aquel país, Lucía tiene una escuela de tango donde ambos dan clases y proyectan giras por toda Europa.

Dany, ese “flaco” como cariñosamente lo llama todo el mundo, quien en estos días paseó su estampa quijotesca por Buenos Aires, compartió su soledad con los adoquines de las calles porteñas, rememorando épocas inolvidables de su juventud.


Aquellos tiempos en que aprendía de otros o inventaba figuras para bailar el tango, junto a sus amigos inseparables de correrías nocturnas, los maestros Raúl Bravo y Todaro.

Días en que las esquinas y los patios de su barrio, estaban acostumbrados a verlos practicar entre hombres, para después lucirse en las noches milongueras del centro; tiempos donde la milonga y el cabaret, eran el cocktel imprescindible de esa forma de vida que habían elegido, y que marcaría sus destinos de forma indeleble.

Hace tres meses que llegó a Buenos Aires, su Reina del Plata. La misma que lo llama y lo seduce con su bullicio, lo deslumbra con sus luces de neón y lo fascina con los recuerdos de aquel tiempo joven y transgresor, donde la noche porteña era la compañera que le daba todos los gustos.

Y hoy esta ciudad, la misma que lo vio nacer, lo tuvo como caminante taciturno mezclándose con la gente que recorre Corrientes, o Callao, o las cercanías del Obelisco y que él, mira sin ver.

El flaco Dany está regresando a Rumania; pero su vida dista mucho de parecerse a la de antes. Ya su placer no transita por el trasnochar incansable, para recién encontrarse con la almohada, al mismo tiempo que los primeros rayos de sol aparecen pálidos entre los rascacielos.

Ya sus trasnochadas tienen un tinte diferente porque tal vez, algunas veces, lo encuentren frente al televisor mirando una película, o con un libro en la mano. O solamente recordando.

Ya sus encuentros con gente conocida no tienen el sabor de antes; hasta el valor que le daba a eso cambió. Es duro darse cuenta que ya no los entiende como antes-dice- porque hablan aquel viejo idioma, que ya no es el suyo.

Quizás extrañe su vida en Rumania; o quizás no. Tal vez su más preciado anhelo consista en conseguir que alguien lo escuche, lo contenga, pero desde la autenticidad y la comprensión.

Su regreso a Europa estaba decidido y era anhelado; volverá a sus clases y a las exhibiciones. A sus clases, donde se mostrará exigente porque es perfeccionista en su baile y obcecado en su manera de enseñar.

Está convencido de que la simpleza de la coreografía, es lo principal para poder alcanzar las profundidades donde habita la esencia misma del tango. Su pensamiento abraza una convicción: “cuanto menos hacés, más tango tenés”, según sus propias palabras.

También se reencontrará con las exhibiciones, donde su fanatismo por la excelencia, implica un desgaste de energía alucinante.

El recuerdo de su amigo, de su gran amigo Gavito aparece, como siempre, entremezclándose con sus vivencias y demostrándole, una vez más, que todavía no lo ha podido olvidar. Y me cuenta, a modo de confesión, cuánto lo extraña y cuánto había significado para él. Guarda celosamente un anillo y una foto que le dejó como herencia y, con los ojos húmedos por la emoción, describe con lujo de detalles, el angustiante momento en que Gavito abandonó la vida y a él, así como la desesperación que lo atrapó por llegar a la Argentina y verlo por última vez, aunque sin haberlo podido lograr.

Dany estuvo vagando solo por la noche porteña, tratando de encontrar en esa negrura infinita, las respuestas que quizás nadie ha podido darle todavía.

Sin embargo, la incógnita existencial que lo carcome, destruye de a poco su positividad, empujándolo por caminos laberínticos, carentes de repuestas y contención.

Entonces su carácter muta, convirtiéndose a veces en hosco y provocativo o en maniático y desafiante. Pero le es muy difícil controlar esas contradicciones que lo apabullan constantemente, convirtiendo su humor en un caos insufrible.

Cuando esta nota se publique, el flaco Dany ya habrá llegado a Europa, estará preparando su gira como todos los años, habrá sido agasajado por mucha gente en su fiesta de cumpleaños, y regresado a esa forma de vida tan diferente, a la que estuvo acostumbrado por años.

Pero está subido al tren de la vida y Rumania, es la próxima estación…
Ana María Navés.

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