ENTREVISTA A EDUARDO ARQUIMBAU (2011)
UNA PAREJA BIEN PAREJA
Ana
María Navés.
“En el tango no hay banderías políticas, religiones,
diferencias sociales ni edad. Su contexto social es el abrazo” Así sintetiza su
relación con el tango, este hombre que ha vivido y vive su vida por y para esa
danza.
Brillante, estudioso, trabajador, cordial,
pero por sobre todas las cosas, increíblemente modesto. Sí; humilde hasta lo
indecible aún siendo portador de un pesado currículum que avala y adorna su
importante trayectoria pasada y presente.
Todo comenzó – cuenta – como una
simple relación entre vecinos cuyo gusto era el baile, cualquier baile, todas
las danzas, todos los ritmos. Ella, aprendía danzas españolas; él, zapateo
americano, jazz, swing y un poco de tango entre hombres, cuando apenas había
estrenado sus primeros pantalones largos.
Habían sido compañeros de juegos desde
muy chicos en ese barrio de Pompeya y, el profesor de danzas de ella, un día lo
invitó a su clase. El y la vecinita, empezaron a bailar tango en clubes y
sociedades de fomento, siempre acompañados por la mamá de ella.
Dos años más tarde, en 1961,
lograban una invitación para acompañar a la orquesta de Francisco Canaro en una
gira por Japón, promocionada inteligentemente, por el embajador Orfila. A este
evento, tan bien preparado, asistiría el entonces presidente Frondizi.
Gloria y Eduardo Arquimbau, que
todavía ni siquiera eran novios, tuvieron un impedimento para esa gira y era la
decisión de la mamá de Gloria de no permitir que viajaran solos, por lo que ellos
no tenían muchas ilusiones de que ese sueño se hiciera realidad. En verdad, no
tenían ninguna esperanza; es más, él
casi se había conformado con la imposibilidad de viajar. Lo había tomado
como algo inaccesible, por lo menos en ese momento, pensando que, más adelante,
tal vez pudieran hacerlo.
Pero a veces, los milagros
ocurren a pesar del asombro e incredulidad de sus protagonistas. En general,
estos sorprenden con algo tan inesperado como inimaginable y encuentran
totalmente desprevenidos a sus beneficiarios.
Y hacia allá fueron Eduardo, con
veintitrés años recién cumplidos, Gloria solamente con trece y su mamá que,
según el contrato, era otra bailarina.
De esta manera ocurrió su primera
entrada a ese país, del cual no conocían casi nada y en el que recibieron el
apodo de “los nenes”. A partir de aquella gira que fue el principio de todo,
bailaron en shows con casi todas las orquestas que en ese momento brillaban:
Pugliese, Caló, Troilo, Mores, Canaro, Sassone, De Angelis, etc.
También se intensificaron las
giras por el mundo – siempre acompañados por la mamá de Gloria -, hasta que llegó
el casamiento por fin. Y en una de esas
giras, estando en Rusia, Gloria quedó embarazada.
Esto dio motivo a que, en el
próximo viaje, Eduardo tuviera que valerse de un ardid para no tener problemas.
Como Gloria no podía viajar por
el próximo nacimiento, el contrato había sido firmado hacía tiempo y los
carteles anunciando el evento, impresos, tuvo que viajar con la esposa de un
amigo, que se hizo pasar por Gloria.
Anécdotas como éstas, ocupan un
valioso lugar en la vida de esta pareja.
Cuando su beba cumplió los cinco meses,
volvieron a salir de gira pero siempre acompañados por ella, a quien llevaban
en todos sus viajes.
Integraron el elenco original de
Tango Argentino en 1984, ininterrumpidamente durante diez años.
Incansables y con muchas ganas de
seguir aprendiendo, hicieron televisión bajo la dirección del sagaz y talentoso
David Stivel, admirado director de teatro y televisión, quien los guió y les
enseñó técnicas teatrales que empleaban en sus exhibiciones y adornaban sus
coreografías.
Cuando éste consideró que su
misión estaba cumplida y que sus enseñanzas habían dado los mejores frutos, les
soltó la mano para que anduvieran solos, convencido de los resultados. Eduardo
aún hoy, reconoce todo el bagaje de
conocimientos que pudieron absorber y heredar de él.
A partir de allí, hicieron
coreografías para muchos eventos y siguen haciéndolas. Sin embargo, están empeñados
en seguir aprendiendo. El es bastante reiterativo con este tema, que constituye
uno de los pilares de su trabajo.
Este año, se cumplieron cincuenta
años de su primera llegada a Japón. Los
festejos y reconocimientos de que fueron objeto en Tokio, incluyeron exhibiciones,
charlas y muestras de videos de todo ese recorrido. También actuaron como
jurado del “Campeonato de Oriente”.
Este mes de septiembre, los
encuentra en París en una feria de intercambio cultural, después de haber
terminado la coreografía para un show, en el Viejo Almacén.
Tanto Gloria como él, tienen muy en
claro sus competencias en el trabajo. Cada uno tiene su rol y lo respetan sin
excepciones. Toda creación, nace de un consenso entre ambos.
Sus clases, cuando los tiempos y
las giras se lo permiten, están inmersas en una filosofía que se apoya en la
experiencia: detectar lo que el alumno necesita y puede y sobre eso, trabajar.
Porque no se le puede exigir algo a alguien, que es evidente que no puede
hacer. Por lo tanto, lo que sí puede, hay que remarcarlo y sacarlo a la luz.
Evidenciar esto, es un trabajo muy minucioso que requiere tiempo y mucha
atención.
Aparecían ya las primeras sombras
de aquella tarde fría y debíamos finalizar la charla por demás amena y franca.
Con varios cafés de por medio y en un lugar emblemático del barrio de Boedo,
Eduardo Arquimbau hizo una tan aguda como simple reflexión sobre su vida.
Mirando de frente como acostumbra
y no dejando lugar a dudas de su convicción, dijo como hablando para sí, que
hay dos cosas que lo hacen inmensamente feliz. Una, es tener la suerte de trabajar
en lo que le gusta desde siempre. La otra, seguir al lado de la misma mujer, de
la que continúa profundamente enamorado.
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