Descubrimiento

                                      

A través de la ventana entreabierta, huelo con placer el delicado aroma de los últimos jazmines del verano que se aleja. Un poco más tarde, me llegan desde lejos los sonidos de una música suave que viene de no se dónde.

Aguzando el oído, percibo las risas de algunos chicos que corretean por los pasillos del edificio donde vivo, a pesar de los retos de sus padres.

Una neblina azul me rodea y hace que me dé cuenta de la tibieza que me envuelve. Y me quedo así, flotando en el espacio, en ese espacio que siento mío. Tomo consciencia de cada pedacito de mi cuerpo, de mis músculos, de mi respiración, de mi piel, y decido disfrutarlo.

Me visto con lo mejor que tengo y salgo para la milonga. Ahí me siento libre, me reconozco y me acepto en toda mi humanidad. Y bailo, bailo tango hasta caer rendida, brillando y con el corazón desbordado de placer.

Unos momentos después, me despierto y descubro en ese momento, que abrir los ojos cada mañana, es el pequeño gran milagro cotidiano.

                                                                    A.M.N.

Comentarios

Entradas populares