ENTREVISTA A GEORGINA Y OSCAR MANDAGARÁN
Entrevista publicada en la revista Punto Tango.
MI PRIMER
TANGO
Una mañana húmeda y lluviosa es el escenario;
un estudio ordenado, pulcro, con mucha luz el decorado. Y los actores que
entran a escena, uno a uno.
Me invitan sin embargo a otro lugar, más
íntimo, entre bambalinas, más de ellos, sin vestigios de apuros o desasociegos.
Somos cinco en el aquelarre, El Cachafaz, Nicolás, Georgina, Oscar y yo.
Muchos.
Pero dos no hablan; me reciben, aceptan mi
presencia y miran. También escuchan. El Cacha se va al percatarse que la
conversación no trata ni de comida ni de paseos. Al rato, me trae de regalo una
mantita y su ofrenda, va acompañada de un sutil ladrido.
Nicolás Anael, el menor de la reunión, escucha
atento la charla de sus papás, que hablan con una desconocida (yo), sólo de
tango.
Y esta pareja de bailarines, comienza a relatar
y a recordar, a veces con tristeza y a veces con regocijo, muchas de las
anécdotas y experiencias vividas, que inundan sus mentes y remueven emociones
más allá de lo imaginable.
Oscar Mandagarán habla de su llegada a Buenos
Aires desde Misiones, todavía adolescente. De sus comienzos en el folklore allá
en su tierra y del Campeonato de Malambo en Córdoba, en el que resultó
subcampeón, habiendo aprendido como autodidacta, en el patio de su casa.
También me cuenta de su ingreso al Ballet Folklórico
Nacional, dirigido por Santiago Ayala “El Chúcaro” y Norma Viola, y de sus innumerables giras con ellos.
Revive aquella época donde trabajaba, estudiaba
y empezaba a codearse con el tango; donde las horas dormidas eran pocas pero la
voluntad por aprender, mucha.
A sus primeros profesores, Pepito Avellaneda y
Todaro, los recuerda y reconoce como pilares de su aprendizaje.
Evoca con gratitud y placer sus desayunos con
facturas en la casa de Pepito antes de cada clase, y el aprendizaje diferente
con Todaro.
Con emoción no disimulada, añora los tiempos en
que daba clases grupales en el Rojas, a alumnos que hoy son maestros o recorren
el mundo mostrando su danza.
Perfil bajo, soberbia cero, sensibilidad diez,
responsabilidad al tope.
Ése es el personaje que, sentado frente a mí,
habla a calzón quitado sobre distintos momentos de su vida y de su tango.
Gavito también está entre sus recuerdos ¡y
cómo! Ocupa un lugar muy importante en su pasado conformando lugares, hechos y emociones,
difíciles de olvidar, dice.
Sus caminos se cruzaron cuando Gavito tuvo que
reemplazar a “El Alemán” en Forever Tango, donde Oscar bailaba.
Cuando su cruel enfermedad ya era muy evidente
y ante la certeza de la cercanía del fin, cuando los hombres todos tienen la
necesidad imperiosa de trascender, es cuando le hizo un pedido: que bailara A
Evaristo Carriego porque para eso, había
que poner el alma.
Pasó bastante tiempo hasta que Oscar y Georgina
pudieron hacerlo. Era una cuestión de honor, de demasiada responsabilidad y
respeto y con una carga emocional muy grande. Y primero lo entendieron y, al
fin, lo aceptaron. El legado de Gavito se había convertido en un desafío no
fácil de cumplir y bastante riesgoso de realizar. Pero lo hicieron.
Georgina por su parte, sin dejar de cumplir el
rol que hoy le regaló la vida, mientras mira embelesada a Nicolás, hace
comentarios acerca de los relatos de Oscar.
Con su arrivo al tango desde el lugar de las
danzas clásicas y contemporáneas, cuenta con detalles el camino que han elegido
para encontrar en esa danza, la esencia auténtica e imprescindible sin la cual,
el tango no es tango.
Su más grande preocupación, es enseñar la
técnica indispensable para que ninguna parte del cuerpo se resienta con el
baile, aportando los conocimientos y experiencia que consiguen que, bailar esta
danza sin igual, se convierta en un verdadero placer.
Hoy, las clases particulares que da junto a
Oscar en su estudio, son una muestra clara de ese conocimiento e investigación
que empezó cuando vivía en Italia y daba clases. Esta bailarina uruguaya, es
admirada tanto por sus dotes de docente como por la sensualidad que emana de su
cuerpo al bailar.
En noviembre de 2011, en Posadas, en el
Festival Nacional de la Música del Litoral, en el que se presentaron con su
compañía de tango, recibieron un premio: el Mensú de Oro.
La colección de DVD donde despliegan un
programa de enseñanza, va ampliándose cada día más. Las clases on line a
alumnos de todas partes del mundo, completan su manera de transmitir
conocimientos.
Pero de ahora en más, la vida de esta pareja
tendrá diferencias notables: sólo harán giras tres meses al año y las milongas
a las que concurrirán (y concurren), serán en horario vespertino.
La familia se ha agrandado y ambos son muy
respetuosos y le dan mucha importancia a eso. Disfrutan verdaderamente del
entorno familiar, del cual no quieren separarse por mucho tiempo.
Nicolás los necesita; también ellos a él. Tanto,
como para bailar los tres juntos, en la intimidad, el primer tango.
Ana María Navés
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