ENTREVISTA A LAILA RESK Y LEANDRO OLIVER .


                        

                                                

                                             DOS HOMBRES Y UNA MUJER

Publicado en PUNTO TANGO.

El 10 de abril, como tenían previsto, Laila Resk y Leandro Oliver partieron en una gira de tres meses de duración. En ella,  visitarán  Los Ángeles, Nueva York, Singapur, Manila, Kualalumpur, Brumei, Bali, Beigin y Tokio, para ofrecer clases y exhibiciones. Para finalizar esta gira,  recalarán en Roma, donde además, actuarán como jurado del Campeonato Mundial Europeo.
Leandro comenzó a bailar a los diecisiete años con Jorge Díspari, Miguel Ángel y Osvaldo Sotto y Mora Godoy, de quien llegó a ser el primer bailarín de su cuerpo de baile. Desde siempre, su vida estuvo rodeada de tango y su aprendizaje estuvo marcado por milongueros que aprendieron de auténticos milongueros.
Laila en cambio, arribó de otra manera a esta increíble pasión: de la mano de su papá. Luego comenzó a frecuentar milongas y más tarde, emprendió un peregrinaje por diferentes estudios de baile,  en busca de lo que pretendía encontrar en esa danza, pero que a esa altura, todavía no sabía qué era.
El encuentro inesperado se produjo en 1994 en el estudio de Mora Godoy, donde él trabajaba y Laila había llegado, casualmente,  buscando eso que no conocía. La relación comenzó ese mismo día, unas horas más tarde, en La Viruta.
Hoy, después de unos cuantos años juntos, ninguno de los dos toma el tango como una danza donde la técnica, es lo único importante; eso tiene mucho valor, pero con sólo eso, explica Laila, no se hace nada. Lo que también dice, es que ese descubrimiento no se produce al principio, sino después de haber transcurrido un tiempo donde la sensibilidad  y las sensaciones, afloran de a poquito en  las personas y las involucra en este sentir.
Leandro narra algunas anécdotas de su vida como bailarín aquí y en el exterior. Recorre con agrado indisimulado hechos y situaciones pasadas y su mirada se ilumina al volverlas a vivenciar. Eventos que su memoria rescata de las giras, de sus maestros, de los lugares lejanos donde convivió con gente  tan diferente pero unidos al fin, por la pasión del tango. También  narra con lujo de detalles, las exigencias  y condiciones de los contratos en el exterior y de las clases.
Resalta las diferencias en las actitudes de los alumnos según el país a que pertenecen, y también hace un comentario acerca de aquellos profesores que, en el extranjero, se dedican a enseñar figuras, sin tener en cuenta la esencia del tango. Piensa que esta clase de enseñanza, no es para nada representativa de nuestra genuina y original danza.
Ella, comparte también recuerdos de sus maestros y de su primer viaje a Japón junto a Leandro. Cuenta que en las giras, usa un poco del tiempo libre para ir a aprender las danzas del país donde se encuentran; no puede quedarse quieta. Muestra una actitud decidida y firme con el futuro de ambos y confirma entonces mi sospecha,  de que su preocupación por los proyectos que se les ponen delante y la organización de los mismos, la convierte en una adicta al trabajo, como ella misma lo confiesa.
Por el contrario, Leandro es un poco bohemio y esa mezcla, parece tener muy buenos resultados. Interviene poco en la conversación  pero sin embargo, cuando recuerda hechos que le proporcionaron placer, su actitud se transforma al adosarle una notoria carga de vehemencia.
Ambos forman una de esas parejas con las que una simple charla, se transforma en un espacio agradable y placentero, donde la calidez se mezcla con un sentimiento de respeto y admiración mutuo. Me encantó descubrir entre ellos, alguna que otra mirada cómplice y actitudes de colaboración y camaradería.
Tuvimos esta conversación una tarde, alrededor de tazas de café, en un apartado de una confitería del centro. Los recuerdos de ambos y sus opiniones, iban fluyendo uno a uno, mientras hablábamos de su trabajo, del pasado, del hoy y del después.
Han concretado por fin la finalización de un espectáculo, el cual estuvieron elucubrando durante mucho tiempo, y ensayando hasta el momento de partir. Este espectáculo, ya está en condiciones de ser ofrecido y vendido en el extranjero y en él, intervienen tres parejas de bailarines que fueron elegidas mediante una audición y, tanto la coreografía, como el vestuario y la escenografía, son de su exclusiva creación. Este proyecto los ha tenido muy ocupados y, de ahora en más, seguramente se convertirá en su caballito de batalla.
Hasta ahora, su vida juntos ha transcurrido viviendo tres meses en Argentina y tres meses en el extranjero. Cuando están acá, se dedican solamente a dar clases privadas, a disfrutar  de la familia y sobre todo, a proyectar.  Sin embargo, puede ser que ahora con el nacimiento de Pedro, las cosas cambien un poco; o no.
De todas maneras Pedro, con sus cuatro meses recién cumplidos,  ya partió el mes pasado en su primera gira por el mundo, acompañando a sus papás. Porque a veces, según dicen, se necesitan dos hombres para cuidar a una misma mujer.

Ana María Navés.
                                                 



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