"LA COPA VACÍA ( Cuento de Ana María Navés)


LA COPA VACÍA.

Sola, silenciosa, enigmática y vibrante, te veo entrar a la milonga. Sensual, rodeada del misterio que te envuelve pero que al mismo tiempo deja fluir tu cautivante encanto, ése que flota sobre vos como un halo imperceptible y transparente.

Te descubro altiva y distante mientras con la mirada buscás tu mesa y te dirigís hacia aquí. En tu camino lento de andar fascinante, tu mirada recorre el lugar muy lentamente, hasta reconocer a tus bailarines preferidos y, en cuanto los ves, con una sonrisa apenas dibujada y un parpadeo de tus ojos, les haces saber que ya llegaste y querés bailar.

Despacio te acercás a la mesa y enloquezco cuando displicente, cambiás las chatitas negras que traías puestas por sandalias de gamuza con taco aguja.
Eso ya lo viví, ya lo conozco; es el ritual donde aprovecho para deleitarme mirando tus piernas torneadas y largas y un poco más; tus tobillos finos, tus pies; ese tiempo de seducción absoluta que sabés manejar tan bien.

Después, al soltarte el pelo que habías traído recogido, volvés a ser mi sueño, mi locura, ese algo inalcanzable que hace que mi vida tenga sentido. Renegrido y brillante, cubriendo apenas tu espalda dorada por el sol, hace que confirme mi terrible deseo de vos.
Un momento más, y te veo descruzar las piernas para levantarte cadenciosa, ante la primera invitación que te hacen a la pista. Ya te conocen, saben que bailás bien –me digo-, por eso no esperan, por eso no pueden esperar. Y apenas te descubren con los zapatitos puestos, esos que embellecen a más no poder tus piernas, te sacan a bailar.

Me siento morir de celos, de impotencia, de angustia, y me quedo esperándote pero no digo nada. Como siempre. Y cuando regresás acompañada desde la pista, escucho con dolor un “después vuelvo a buscarte”.
Mi alma desesperada se deshilacha de tristeza al darme cuenta que nunca voy a poder tenerte entre mis brazos, sentirte, cuidarte y conectarme con tu Ser. Me doy cuenta que sos mi sol, y que nunca voy a poder alumbrarme con esa luz que emana de tus ojos.
Vuelvo a tener cerca esas piernas que son mi desvelo pero que a cada rato veo desaparecer rumbo a la pista. Presiento una comunión entre ambos, una sensación irreproducible que alerta mis sentidos y me hace vibrar.
Increíblemente, un manojo de sensaciones me recorre mostrando crudamente qué me está sucediendo.
Pero mi presentimiento no es cierto. Es un inmenso deseo, pero sólo un deseo que nunca se hará realidad; porque lo doloroso, es que ni siquiera te das cuenta lo que me está pasando.

Sin embargo, lo peor es cuando unas horas más tarde, te vas de la milonga sin despedirte dejando sobre mí, solamente, la copa vacía y un dolor infinito, hasta la próxima vez…
Ana María Navés.

Comentarios

Entradas populares